Este tema se las trae. Cuántas veces hemos escuchado en la consulta, o leído en los emails eso de: es que mi familia no me deja hacer bien la dieta.

Este es quizá uno de los motivos más habituales por las que las personas abandonan sus dietas o sus propósitos de comer mejor. Y es que cuando las personas de nuestro alrededor no nos lo ponen fácil, llega un momento, como es normal, en que nos cansamos de remar contracorriente.

Pongámonos en situación: soy una mamá de dos niños, tengo 47 años y estoy casada. Trabajo fuera unas cuantas horas y siento que ha llegado el momento de quitarme los kilos del último embarazo. Me pongo a plan y después de unas semanas me encuentro en una situación muy complicada:

  • Si ya es difícil mejorar los hábitos y seguir un guion…
  • Es muchísimo más difícil cuando mi pareja y mis hijos hacen justo lo contrario a lo que necesito hacer. Algunos ejemplos serían:
    • Desayunan bollería por la mañana.
    • En la comida toman de postre dulces y galletas (que me pirran, pero intento no mirar…)
    • Por la tarde es su hora de los snacks. Incluso cae algún refresco.
    • Y lo peor llega por la noche: quieren comida rápida. Algunos días les preparo una cena más sana, pero, otros muchos acabo cediendo.
    • Y bueno, la locura llega en el fin de semana: casi siempre vamos a comer fuera porque todos quieren.

¿Y qué siento yo? Pues un agobio tremendo que no deja de crecer día tras día. Un agobio que viene acompañado de dos sensaciones, una más evidente que la otra:

  • La evidente: no estoy haciendo bien las cosas. No consigo avanzar porque no lo hago bien. ¡Pero es que es tan difícil!
  • La sensación no tan evidente: sé que ellos deberían hacer las cosas mejor. Ellos tendrían que subirse a mi barco.

Y seamos realistas: ¿qué es más fácil a corto plazo? ¿Meterte en una batalla complicada (pero no imposible) en la que tu familia comprenda que debe hacer las cosas mejor? ¿O tirar la toalla un tiempo y darte un respiro?

El respiro es más fácil, claro. Pero también implica dos malas consecuencias: la primera para esa persona, porque seguirá arrastrando esa necesidad de mejorar su alimentación y su salud. Y la segunda para el resto de la familia, porque tienen malos hábitos que no le hacen bien a nadie: ni a los adultos ni a los niños.

¿Qué podemos hacer en estos casos? ¿Hay salvación cuando mi familia no me deja hacer bien la dieta?

¡Pues claro que la hay! No es nada sencilla, pero con tiempo y constancia, hay salvación para todos.

La estrategia es la siguiente: apunta todas las pequeñas o grandes cosas que tu familia hace mal cada día en relación a su alimentación.

En el ejemplo que hemos puesto hemos visto que había en casa demasiada bollería, snacks y refrescos. Y que algunos días se cenaba comida rápida. Y que muchos fines de semana comían especial yendo fuera de casa.

Son cinco hábitos mejorables. Como bien dice nuestro refranero: quien mucho abarca poco aprieta. O como dijo Julio César, divide y vencerás. Es decir: empieza por uno de los problemas. Escoge el que más rabia te dé. Personalmente me costaría mucho controlarme en el desayuno si tengo una selección de bollería… Así que este sería mi primer problema a resolver. ¿Y cómo lo haría?

  1. Los implicaré en cada solución. En este caso particular, los llevaría al supermercado y les animaría a que juntos comprásemos alimentos saludables para hacer un desayuno genial cada mañana. Se lo puedo “vender” como algo especial: hagamos un buffet saludable, así cada uno comerá lo que quiera cada día (entendemos que en esas opciones solo hay alimentos sanos: selección de frutas, de panes, de quesos, de fiambres o huevos, frutos secos naturales…etc.).
  2. Me armaré de paciencia. Sí, porque no será fácil. Los primeros días puede que hasta haya lloros… Pero no cederé. Es el comienzo de una nueva etapa PARA TODOS.
  3. Seré un poquito flexible: Podemos decidir entre todos que la bollería sea lo especial. Podemos dejarla para un día a la semana. Por ejemplo, podemos hacer o comprar una bolsita de magdalenas para comerlas todos juntos en el desayuno relajado del domingo.

Cuando tenga dominada esta cuestión me iría a por otra. Y así, día a día, semana a semana, los iría arrastrando a todos a mi terreno saludable. Y ojo: no es fácil, ¡es complicadísimo! Piensa que si ya nos cuesta a una misma, es más difícil todavía sumar a nuestros seres queridos a este proyecto. Pero, indudablemente merece la pena. Merece cada esfuerzo, y cada pensamiento constructivo que puedas dedicarle a un tema tan importante como este.

En la clínica de nutrición ALEA de Salamanca muchas veces hacemos una especie de asamblea familiar con algunos pacientes para ayudar a concienciar al resto de su familia. Les preparemos también material especial para reconducir los hábitos con alegría. Así que si te ves reflejada en una situación como la que hemos expuesto, tal vez podamos ayudaros.

Somos María y Roberto, especialistas en nutrición y dietista-nutricionista.

Podemos ayudarte a adelgazar (y a otras muchas cosas) en nuestra clínica de Salamanca o a distancia con nuestra web. ¿Más información?

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